jueves, 1 de noviembre de 2012

Juguete

Criatura rota, corazón de viento,
oso polar y demonio.
Te recuerdo rayando mis libros a escondidas,
iluminando de rojo coral mi habitación vacía.
Te llamaba con una campana,
como a los pájaros.
El agua apagaba tus sonidos de papel y trapo.
Me irritaba tu mirada fabulosa,
tu obsesión con las pelotas azules y los gatos.
Navegando a través del día y la noche,
te encontraba bajo el reino de mi cama,
residuo fragmentado de mi infancia.

sábado, 6 de octubre de 2012

Una lluvia lejana, página 1


¿Os habéis preguntado alguna vez
qué ocurre con todos esos poemas
escritos por ese tipo de gente
que no deja que nadie los lea?

Quizás son demasiado privados y personales.
Quizás no son lo bastante buenos.
Quizás la perspectiva de que
la expresión más sincera
pueda llegar
a verse
como algo
torpe,
frívolo,
trillado,
sentimental,
pretencioso,
almibarado,
poco original,
tonto,
aburrido,
recargado,
confuso, 
absurdo o
simplemente lamentable
es suficiente para que
cualquier aspirante a poeta
decida ocultar su obra
para siempre.

Naturalmente, muchos poemas terminan
destruidos inmediatamente,
quemados, hechos trizas,
arrojados al vater.
Alguna que otra
vez han acabado
doblados bajo algún
mueble inestable,
para evitar que cojee (o sea que de hecho han acabado siendo bastante útiles).

Otros encuentran,
su escondite detrás
de un ladrillo
suelto de una tubería
o acaban
herméticamente
cerrados tras
la tapa de un
viejo despertador
entre las páginas
de un libro recóndito
que seguramente
nadie llegará
a abrir jamás.

Puede que alguien
llegue a encontrarlos algún día,
pero también
puede que no.

La verdad es que la poesía que nadie
ha leído estará casi siempre
condenada
a acabar en un vasto río invisible de residuos
que sale de la periferia.

Bueno, casi siempre...

(Shaun Tan, Cuentos de la periferia, 2008)

Una lluvia lejana, página 2

En raras ocasiones,
algunos fragmentos escritos,
especialmente insistentes
escaparán por un patio trasero
o por un callejón,
saldrán volando por el
terraplén que bordea la
carretera y finalmente irán
a parar al aparcamiento del centro comercial,
como muchas
otras cosas.

Y es aquí dónde
sucede algo
realmente
extraordinario:

El viento se lleva dos o más
fragmentos de poesía y los une
mediante una extraña, desconocida,
fuerza de atracción para la ciencia
y poco a poco van
quedando pegados
y forman una
diminuta bola.

Sin necesidad de hacer
nada más, esa bola se va
volviendo cada vez más
grande y redonda a
medida que otros
versos libres,
confesiones,
secretos,
cavilaciones sueltas,
deseos y
cartas de amor
no enviadas
se van añadiendo poco a poco
uno a uno.

La bola recorre
las calles
como una planta rodadora
durante meses, incluso años.

Si sale sólo de noche, puede que sobreviva
al tráfico y a la curiosidad de los niños,
y mediante un lento movimiento rotatorio
también evita
a los caracoles
(su depredador principal).

Cuando adquiere un cierto tamaño,
se refugia instintivamente cuando hace mal tiempo,
sin que nadie
se dé cuenta.

Pero de lo contrario
deambula por las calles
buscando ciegamente otros
retazos de reflexiones
y sentiemientos olvidados.

Sin necesidad de hacer nada,
crece hasta hacerse
grande, inmensa, enorme:
una tremenda acumulación de trozos de papel que
finalmente se eleva por el aire, consigue levitar
gracias a la fuerza de tanta emoción contenida.

Flota levemente por encima
de los tejados de las casas de
la periferia cuando todo el
mundo duerme,
e inspira el aullido de
los perros solitarios
en medio de la noche.

(Shaun Tan, Cuentos de la periferia, 2008)

Una lluvia lejana, página 3

Lamentablemente
una gran bola de papel,
por muy grande que sea,
y aunque flote, no deja de ser algo
muy frágil.

Tarde
o temprano
la sorprenderá
una ráfaga de viento,
la vencerá una
lluvia torrencial y
quedará reducida,
en cuestión de minutos,
a
un billón
de trozos
mojados.

Una mañana
todo el mundo se
levantará y se encontrará
con un revoltijo pastoso
que cubrirá los jardines de
las casas,
atascará las
alcantarillas
y rebozará los parabrisas de los coches.

El tráfico
se detendrá,
los niños estarán encantados
y los adultos, desconcertados,
serán incapaces de imaginar de dónde
ha salido eso.

Aún más extraño
será descubrir
que cada pedazo
de papel húmedo
contiene un
puñado de
palabras emborronadas,
prensadas, que forman versos accidentales.

Casi no se ven,
pero es innegable
que están ahí.

A cada lector le
sugerirán algo
distinto,
algo alegre,
algo triste,
algo absurdo,
profundo y perfecto.

Nadie será capaz de explicar
ese extraño sentimiento de ingravidez
o la sonrisa privada
que permanece
mucho después de que los
barrenderos hayan pasado.

(Shaun Tan, Cuentos de la periferia, 2008)

viernes, 24 de agosto de 2012

Cómo convertirse en una escritora

Viva sola.
Llévese mal con la familia, tengala distanciada.
No tenga novio solo amantes ocasionales.
Conserve pocos amigos y veálos sólo de vez en cuando.
Llévese mal con los vecinos, apenas el saludo.
En el trabajo haga sólo lo necesario, nunca pero nunca se exceda,
guarde siempre esa energía para escribir.
Cuando vaya al gimnasio no hable con nadie ni sonría, puede estar bajo riesgo de hacer amigos.
Y cuando esté aislada del mundo, totalmente aislada del mundo, escriba sobre el mundo.
Escriba sobre todos aquellos que no pudieron ser sus familiares, novios, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o ejercicio. Verá como las letras no defraudan.

lunes, 25 de junio de 2012

Ejercicio del ritmo

Alucinados. En la intemperie. Se deshacen de las prendas. El pulso, desbocado. Silenciosas mareas de calor golpean el borde de los cuerpos. Fijada la mirada en el otro, se reflejan, sumergiéndose en el sueño, discontinuo, del deseo.

Los cordones, los zapatos, las medias, la correa, el beso, la blusa, el sostén, los pantalones. Como extraños objetos de la imaginación, se estructuran, se engranan, se convierten, liberándose del peso, padeciendo el temerario movimiento del corazón que, insensato, comienza un viaje incierto.

martes, 1 de mayo de 2012

Emigrantes

A veces me miro al espejo: dientes afilados, orejas paradas, mirada sugestiva.
Me pregunto si soy un emigrante.
Del otro lado, la extraña criatura de panza y pelo escaso me observa con sus inmensos, grandes, enormes ojos.
De un vasto río de residuos de la memoria, mi amigo Sinnombre, me reconoce.
Lamentablemente, por muy penetrante que sea una mirada y aunque flote, no deja de ser algo muy frágil.
Tarde o temprano, una ráfaga de viento, el tac de un reloj o un poderoso trueno la vence y queda reducida en cuestión de segundos a un reflejo.

Pequeños olvidos

Deje las cortinas abiertas
Reconozca la tenue luz que entra por la ventana
Fíjese detenidamente en el resplandor por debajo de la línea de la puerta

¿Qué pasa en la oscuridad?
Prenda una vela y busque un libro ilustrado de Shaun Tan
Inclínese sobre el libro como si fuera un pozo redondo y profundo

Escuchará el silencio de la noche

Acerque la llama al papel opaco
De la periferia de la razón aparecen imágenes
Mínimos trozos de historia se iluminan

Ahora, si lo prefiere encienda un cigarrillo
Humeante e incandescente como la boca de un volcán
Mire cómo brilla

¿Qué pasa en la oscuridad?
Los vecinos sí pagaron el recibo