sábado, 6 de octubre de 2012

Una lluvia lejana, página 3

Lamentablemente
una gran bola de papel,
por muy grande que sea,
y aunque flote, no deja de ser algo
muy frágil.

Tarde
o temprano
la sorprenderá
una ráfaga de viento,
la vencerá una
lluvia torrencial y
quedará reducida,
en cuestión de minutos,
a
un billón
de trozos
mojados.

Una mañana
todo el mundo se
levantará y se encontrará
con un revoltijo pastoso
que cubrirá los jardines de
las casas,
atascará las
alcantarillas
y rebozará los parabrisas de los coches.

El tráfico
se detendrá,
los niños estarán encantados
y los adultos, desconcertados,
serán incapaces de imaginar de dónde
ha salido eso.

Aún más extraño
será descubrir
que cada pedazo
de papel húmedo
contiene un
puñado de
palabras emborronadas,
prensadas, que forman versos accidentales.

Casi no se ven,
pero es innegable
que están ahí.

A cada lector le
sugerirán algo
distinto,
algo alegre,
algo triste,
algo absurdo,
profundo y perfecto.

Nadie será capaz de explicar
ese extraño sentimiento de ingravidez
o la sonrisa privada
que permanece
mucho después de que los
barrenderos hayan pasado.

(Shaun Tan, Cuentos de la periferia, 2008)

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