sábado, 6 de octubre de 2012

Una lluvia lejana, página 1


¿Os habéis preguntado alguna vez
qué ocurre con todos esos poemas
escritos por ese tipo de gente
que no deja que nadie los lea?

Quizás son demasiado privados y personales.
Quizás no son lo bastante buenos.
Quizás la perspectiva de que
la expresión más sincera
pueda llegar
a verse
como algo
torpe,
frívolo,
trillado,
sentimental,
pretencioso,
almibarado,
poco original,
tonto,
aburrido,
recargado,
confuso, 
absurdo o
simplemente lamentable
es suficiente para que
cualquier aspirante a poeta
decida ocultar su obra
para siempre.

Naturalmente, muchos poemas terminan
destruidos inmediatamente,
quemados, hechos trizas,
arrojados al vater.
Alguna que otra
vez han acabado
doblados bajo algún
mueble inestable,
para evitar que cojee (o sea que de hecho han acabado siendo bastante útiles).

Otros encuentran,
su escondite detrás
de un ladrillo
suelto de una tubería
o acaban
herméticamente
cerrados tras
la tapa de un
viejo despertador
entre las páginas
de un libro recóndito
que seguramente
nadie llegará
a abrir jamás.

Puede que alguien
llegue a encontrarlos algún día,
pero también
puede que no.

La verdad es que la poesía que nadie
ha leído estará casi siempre
condenada
a acabar en un vasto río invisible de residuos
que sale de la periferia.

Bueno, casi siempre...

(Shaun Tan, Cuentos de la periferia, 2008)

No hay comentarios: