jueves, 21 de abril de 2011

Malacuca

Ole, papi, qué está buscando, se le tiene lo que se le ha perdido, y él, cómo el que ve llover, el tiempo se detiene en su cabeza y afuera el tiempo pasando, ¡Mmm!, pero bueno, arrime que se va a mojar, él seca las gafas, luego se las pone, Señora, perdón, tendrá usted el corazón de decirme eh… Pensó, ¿Dónde putas estoy? Papi, pues si, parpadea suavemente, Llegó al mismo corazón de la patilla, líquida y dulce, aquí todas tenemos una mano en la cintura, soy Margarita, Eh… de decirme si está libre Margarita, con una sonrisa infantil, pensó como Jaques, que todo está escrito allá arriba en la gran tómbola celeste, Pues vamos pal cementerio, dijo Margarita, ¿…? ¡Veee! No me ponga care serio… que va a probar deste remedio.

Se miran intensamente, él pasa la mirada de los ojos al pelo abombado encima de la frente, surcada por líneas de araña, entran al cementerio, Margarita es escoltada hasta el séptimo piso inferior, dejando atrás un rumor de tambores, recorren una línea de puertas numeradas y entran en la 2666, la única ventana de la habitación impide que la tierra voraz de los cimientos consuma el olor a vainilla, vino dulce y sexo tóxico.

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